miércoles, 9 de diciembre de 2015

Decir adiós dos veces


Cuando la literatura y el cine, nos cierran las ventanas de las que nos encanta colgarnos.

Terminas una historia. Estás tirado en la cama con el libro en el pecho, la vista perdida, tratando de asimilar, que no se vaya, que cada detalle quede registrado. Llegan recuerdos de los mejores momentos, el juicio a las decisiones de los personajes, alguna que otra lágrima. Y la pregunta, la inevitable pregunta: ¿Ahora qué? Resulta casi absurdo no estar más en la vida de esos seres con quienes compartimos soledades. ¿Los leías en el intervalo del almuerzo? ¿En el tren? Ya no. Cerraron la ventana por la que nos dejaban espiar.
En el mejor de los casos, es una saga. Y en meses o incluso ese mismo día, vamos a tener más. Siempre me imagino a los libros como ventanas sucias. Cada capítulo, alguien del otro lado limpia una parte. Y yo, en puntitas de pies, muevo el cuello tratando de que mis ojos lleguen a más. 

Qué desolación cuando sabes que no queda nada. Que diste vuelta la última página. 
De pronto, te llega la noticia de que habrá película. Escepticismo. Nunca van a poder igualar al libro. Pero eso lo sabemos, y hay pruebas. Descargas tus dudas en las redes, le comentas a tus amigos. Y llega el estreno. Y salis enojado o feliz. Y siempre, siempre, alguna sonrisa se te dibuja. Porque los viste de nuevo. Porque te dejaron ir de visita a su casa otra vez. Porque reconoces frases que les escuchaste decir. 

Y se termina, otra vez. Volves del cine tratando de hacer lo mismo que hiciste en la despedida anterior. Y a partir de ahí vas a tener tantos adiós como quieras, y tantas bienvenidas como necesites. Porque una de las magias de los libros y del cine es la revisión. Siempre se puede volver. Son mundos infinitos que se reproducen en loop.

No hay comentarios:

Publicar un comentario